Fuente: Infobae
El arzobispo Ángel Rossi pronunció un fuerte mensaje en el que apuntó contra la dirigencia política y pidió a la ciudadanía que se comprometa. Se firmó un acta de compromiso para accionar de manera conjunta
Un fragmento del discurso del arzobispo de Córdoba, Ángel Rossi
Todas las luces de alarma están puestas sobre la ciudad de Rosario por el avance del narcotráfico y la inseguridad. Sin embargo, ayer, en otra importante ciudad populosa del país, cientos de personas que se hicieron escuchar con el mismo reclamo. La Iglesia Católica de Córdoba encabezó anoche una concentración en la capital frente a la explanada de la Catedral donde pidieron por “basta de droga” y “basta de violencia”.
El arzobispo cordobés, Ángel Sixto Rossi, protagonizó el discurso central del acto ante una nutrida cantidad de público junto a la Plaza San Martín de la ciudad cordobesa. “Nos duele y nos llena de impotencia ver a nuestros niños y jóvenes hechos víctimas de la miserabilidad de unos pocos”, dijo el cura en uno de los pasajes centrales de su intervención.
La convocatoria de la Iglesia, y a la que adhirió Comité Interreligioso por la Paz (Comipaz), arrancó hace días con un spot con jóvenes en el que gritaban “¡Basta de droga! ¡Basta de violencia!” para manifestarse este lunes a las 19 en el centro capitalino. La preocupación surgió ante la denuncia del cura párroco Mariano Oberlín, creador de un centro de rehabilitación en el barrio Campo de la Ribera, que denunció el ataque de una persona que abrió fuego con una escopeta recortada contra un grupo de jóvenes.
El arzobispo Rossi manifestó su preocupación y le dio visibilidad al ataque, al compararlo con la situación que se vive en Santa Fe. La agresión se produjo el 14 de marzo, a la tarde. El atacante se asomó por una tapia, disparó al boleo y luego salió desde el automóvil en el que se trasladaba. Incluso, el sospechoso pasó frente a oficiales de la policía, que observó lo ocurrido como “simple espectadora”. En el centro de rehabilitación viven 40 chicos.
“Depende de nosotros que esto no sea Rosario”, aseguró entonces monseñor Rossi.
Durante la manifestación ante la explanada, el arzobispo fue enfático en la lectura de su discurso para que la sociedad se movilice contra la problemática: “Basta de drogas y violencia. Estamos a tiempo. Es un anhelo que no sabe de grieta. Al contrario, es puente que une a las orillas distantes. No sabe de banderías, no tiene partidos. Es de todos, es del pueblo”.
“Rezamos, juntamos las manos, pero después de juntarlas las abrimos para el servicio, para darlas, para meterlas sin miedo de que se ensucien, pero que se ensucien en el barro de nuestra debilidad y no en el fango de la corrupción”, agregó Rossi.
De la convocatoria estuvieron presentes el intendente, Martín Llaryora, y el viceintendente, Daniel Passerini, que asistieron en calidad de oyentes. En un pasaje de su discurso, el arzobispo recordó que “algunos tienen, dada su función, más responsabilidad que otros en esta labor, pero de esta no zafa nadie”.
“Somos conscientes que hay realidades que los ciudadanos del llano no podemos manejar, que superan nuestras modestas posibilidades: cuestiones de macroeconomías, de alta política, de juego de los poderosos, que ciertamente a la mayoría nos superan, pero que está al alcance de instituciones que sí pueden y deben administrar para el bien común”, expuso Rossi, y proclamó que a los que pueden poner en juego su “humanidad”, les pidió “hacer algo bajo la bandera de la solidaridad”.
“Este grito, este anhelo, tampoco es exclusividad de ninguna religión. Es un lugar sagrado que nos une a todos los credos, es un templo común donde hay lugar también para quienes no profesan ninguna fe, donde descalzamos el alma, juntamos las manos, donde lloramos y rezamos”, añadió ante los otros cultos presentes.
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Muchas personas se emocionaron durante el acto, que comenzó con las estrofas del himno nacional. En ese marco, dos jóvenes hablaron sobre su realidad para dejar las drogas. Rossi, a su turno, hizo también eje en las consecuencias de la pobreza y el “injusto reparto de las riquezas”, que conlleva a un “aumento del número de descartados”. Y lo relacionó con un “desprecio de culturas no dominantes” y a un “egoísmo que impide que las personas puedan desarrollar todas sus capacidades”.
“Tenemos la obligación cívica, del compromiso con los marginados y sufrientes. Compromiso que debiera ratificarse cada mañana, como un ejercicio practicado en clave de afectos”, expresó.
Durante la protesta, se firmó un acta de compromiso para accionar contra estas problemáticas, a la que suscribieron gran parte de los presentes. “Esta es una misión compartida: ‘Estamos todos en la misma barca’, nos lo recordó Francisco. Y es verdad. El problema es, como dice el padre Rafael Velasco, que mientras unos viajan en primera, otros van amontonados en la bodega”, sostuvo. Y volvió a hacerse eco de los dichos del Papa: “Nos invita a no contagiarnos con los síntomas de una sociedad enferma, porque busca construirse de espaldas al dolor”.