En homenaje al Dr. Osvaldo Torre.
Un grupo de adolescentes se juntan en el año 1983 en una vieja casona de La Plata en los tiempos de la primavera democrática a discutir sobre fútbol y política. Uno de ellos presenta la más curiosa combinación de identidades “Qué paradoja, Martín, pincha y peronista”. Nadie del grupo se atreve a solicitar una explicación a la frase. Pero el interrogante todos lo llevan a sus casas para que sus padres y abuelos les cuenten durante el fin de semana su perspectiva política y de hincha. El lunes todos los jóvenes llegan al colegio con la misma conclusión: Perón había mandado al descenso a Estudiantes en 1953.
La historia para los hinchas de Estudiantes de La Plata es conocida. En 1905, un grupo de disidentes de Gimnasia y Esgrima deciden alejarse del club, en desacuerdo por la prohibición de practicar fútbol. En la zapatería Nueva York de calle 7, los oponentes crean el Club Atlético Estudiantes, cuyo nombre refleja el impacto generado por la Universidad de la Plata, nacionalizada casi simultáneamente. Como todos los miembros de la nueva asociación son alumnos de la Facultad de Medicina, adquieren rápidamente el apodo de “pincharratas”, por los estudiantes que utilizaban agujas con los roedores de laboratorio.
Cuando Perón accede al poder, Estudiantes es una institución con una importante inserción social en La Plata con su masa societaria en aumento que se caracteriza por dos cuestiones que no se asocian directamente con el desempeño futbolístico pero que refuerzan la configuración de una institución amigable. La primera es la importante presencia de público femenino en su estadio. La segunda tiene que ver con la diplomacia dirigencial. En 1932, Estudiantes obsequia un juego de camisetas completo con los colores del equipo platense al club Independiente que la institución de avellaneda utilizara cada vez que debe cambiar la suya. En noviembre de 1951 el club convoca a elecciones. Uno de los candidatos es César Ferri, que posee una larga trayectoria en la política universitaria, un ámbito hostil al peronismo y afín al radicalismo. En 1918, había sido presidente de la Federación Universitaria de la Plata durante el Primer Congreso Nacional de Estudiantes Universitarios, un encuentro en el marco de la reforma que cambiaría el sistema académico nacional y latinoamericano. El otro postulante es Orlando Grecco que contaba con el apoyo del delegado regional de la Confederación General del Trabajo, Luis Suarez. Ferri gana las elecciones y asume la presidencia.
En octubre de 1951, un libro se convierte en un inmediato best-seller, vendiendo 25.000 ejemplares en 24 horas y un millón, en solo diez meses. La Razón de mi vida, firmado por Eva Perón, pero escrito por Manuel Penella de Silva, es un éxito editorial en todo el país. Por ley, se incorpora como texto obligatorio de enseñanza de quinto y sexto grado de la asignatura Educación Cívica en todas las escuelas de la provincia de Buenos Aires. La Razón de mi vida se vende en las librerías, pero también se distribuye a través de las instituciones sociales, Estudiantes debía ser una de ellas. Sin embargo, cuando el 18 de junio de 1952 se presentan en la sede del club los delegados platenses de la Confederación General del Trabajo, encuentran los libros en un sótano, apilados en cajas y dentro de sus envoltorios. Las versiones se multiplican. O los libros estaban guardados para ser entregados posteriormente o estaban escondidos para nunca serlo. La CGT de la Plata convoca inmediatamente a un paro general y a un acto de desagravio para el día siguiente en plaza San Martín que cuenta con la adhesión de todo el país. Estudiantes es acusado de boicot por no distribuir los ejemplares entre sus asociados y se compara a los dirigentes de la institución con los gobernantes de Estados Unidos, seguramente por haber sido traducido al francés, al alemán, al portugués y hasta al árabe, pero no al inglés, lo que generó una denuncia de la Comisión Nacional de Cultura ante la UNESCO.
Se le pide a Ferri la renuncia de todos los integrantes de la Comisión Directiva y el gobernador Aloé por decreto legitima el pedido de renuncia y acusa a los dirigentes de baja política contraria a los intereses del pueblo, y nombra a un interventor. El 26 de Julio de 1952 muere Eva Perón. Dos semanas después, la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires sanciona la Ley que cambia en nombre de la ciudad de La Plata por el de ciudad Eva Perón y a los tres meses Estudiantes pasa a llamarse Club Estudiantes de Eva Perón. No es la justicia, ni la policía y ni siquiera el Partido Peronista lo que irrumpe en la sede social de Estudiantes, sino la CGT, que encuentra en el club platense una excusa con la cual convertirse en la guardiana del patrimonio y de la memoria de Eva.
La muerte de Eva se presenta en un contexto de crecimiento del autoritarismo que emana del gobierno nacional y del recrudecimiento de la antinomia peronismo/antiperonismo que encuentra en Aloé a un gobernador dispuesto a avalar la intervención en Estudiantes. La preocupante situación del país en 1952, por las huelgas de los ferroviarios, el desabastecimiento y las malas cosechas exige un liderazgo provincial de máxima confianza para Perón, como lo es Aloé. Este mandatario realiza una depuración de todos los funcionarios que no comulgan ideológicamente con Perón. Con la intervención, el equipo de Estudiantes es usado políticamente. Los jugadores hacen giras por la provincia bonaerense, realizando partidos contra equipos locales. Lo nuevo aquí es que antes de los encuentros, los jugadores entregan ejemplares de la Razón de mi vida. En el contexto del auge de la sindicalización laboral, en 1945 se había creado Futbolistas Argentinos Agremiados para frenar los abusos de los dirigentes contra los jugadores. Con ese amparo, los jugadores fueron a la huelga general en 1948, cuando las entidades se negaron a pagarles las sumas que les adeudaban. Durante todo el conflicto, Estudiantes fue el equipo que mantuvo mayor cantidad de profesionales. Pero ahora la huelga tocaba a su puerta. El paro de los jugadores de Estudiantes genera una situación contradictoria para los miembros de la intervención. Pues deben enfrentarse a un grupo de trabajadores que sostiene uno de los derechos más defendidos por el peronismo. Cuando el conflicto con los jugadores aún no se ha solucionado, Estudiantes vende a Huracán sus estrellas. Como la mayoría de las cuestiones política de la época, la transferencia se hace efectiva aceleradamente y allí los disfruta su presidente, el coronel Tomás Adolfo Ducó, uno de los fundadores del Grupo de Oficiales Unidos que diera el golpe de Estado de 1943.
El descenso a la “B” significa un golpe importante para Estudiantes, que cambiará para siempre el espíritu del club. Ascender se transforma en un objetivo indeclinable. De regreso a primera, Estudiantes tiene varias dificultades para mantener la categoría en 1955, lo que finalmente consigue. El presidente Betelú, juez en lo civil y comercial, es reelecto, pero decide renunciar tras el Golpe de Estado de la autodenominada Revolución Libertadora. El gobierno de facto, en su afán de eliminar todo rastro de peronismo, ha devuelto el nombre a la ciudad y Estudiantes, entonces, vuelve a ser de La Plata.
En la década de 1960, los jugadores que años después obtendrían la Copa Intercontinental, escuchaban de sus entrenadores que a Estudiantes lo habían mandado al descenso porque nunca había sacado del sótano los ejemplares de la Razón de mi vida. Nace allí la idea de que los poderosos siempre habían estado en contra de Estudiantes.
En 1968 el equipo platense se consagró campeón del mundo en Inglaterra, jugando contra el Manchester. En el estadio, como sostiene su tradición, triunfó “solo contra todos”. El relato, nacido en un sótano de La Plata, se reforzaba y sellaba a fuego la nueva identidad de Estudiantes.
Jorge Luis Cravero
14.788.572





