Es cierto que la Argentina necesita ordenar sus cuentas, pero también es cierto que ese orden debe hacerse con justicia y sentido común. Tan dañina es la demagogia de quien gasta sin medir consecuencias como el ajuste brutal a hachazos que cierra hospitales y universidades, priva de medicamentos a los jubilados o abandona las rutas. Eso es imposible de sostener en el tiempo. Necesitamos una política sincera, sin extremos. Saltar de un extremo al otro solo nos condena al fracaso. Se puede tener una economía ordenada y humana. Quienes hemos gestionado con responsabilidad lo sabemos: no se trata de dogmas, sino de realismo, planificación y una apuesta firme al trabajo y la producción. Sin trabajo no hay economía que se sostenga. Sin seriedad y previsibilidad, no hay inversión posible.