Un grupo de familiares de detenidos desaparecidos en la última dictadura cívico militar presentó el pasado viernes 11 de abril, en los Tribunales Federales de la ciudad de Córdoba el pedido para ser admitidos como querellantes en la causa «Enterramientos Clandestinos» que se tramita en el Juzgado Federal número 3.
Los antecedentes específicos de esta causa
Desde 1975 hasta el final de la última dictadura cívico-militar en 1983, la desaparición forzada de personas fue seguida de diferentes modalidades para deshacerse de los cuerpos de las víctimas.
Hubo “Vuelos de la Muerte”, bloques de hormigón en los pies de personas que eran arrojadas al lago San Roque y también enterramientos simples y planos.
Algunos cuerpos fueron arrojados a fosas comunes en cementerios oficiales, tal el caso del Cementerio San Vicente en Córdoba.
Otros cuerpos fueron incinerados en las inmediaciones de La Perla, como quedó probado con los hallazgos del equipo de antropología forense (EAAF), que en 2015 logró la identificación positiva de los restos de cuatro estudiantes de Medicina desaparecidos y asesinados en 1975, incinerados en los hornos de La Ochoa, cerca de donde funcionó el Centro de Tortura.
Los ocultamientos de La Perla
Pero las búsquedas no se enfrentaron solo al obstáculo de silencio pertinaz de los acusados, que sabían el destino que habían dado a los cuerpos de las personas asesinadas. También hubo intentos de ocultamientos.
En el caso particular de muchas de las víctimas de La Perla pudo saberse, por investigaciones que se desarrollaron en paralelo a la Megacausa La Perla, que antes de la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) de 1979 en que se inspeccionaron sitios que ya entonces habían sido internacionalmente denunciados, las autoridades resolvieron remover cuerpos de un enterramiento clandestino que había en La Perla y colocaron esos restos en barriles de 200 litros que fueron trasladados a otro destino.
El testimonio lo suministraron el Teniente Coronel Bruno Laborda, que murió de cáncer antes de llegar a juicio y otros militares.
Según narran fuentes ligadas a la causa, se supo entonces que, con participación del Batallón de Ingenieros de la Rioja, con maquinaria pesada y cintas transportadoras, se habrían removido de La Perla los restos de los desaparecidos allí enterrados, habrían sido colocados en barriles de 200 litros y, según los primeros testimonios, se habrían enterrado en las salinas, en el límite entre Córdoba y La Rioja.
Averiguaciones posteriores llevaron a la conclusión que el sitio del enterramiento habría sido el Polígono de Tiro de Serrezuela en donde, incluso, algunos años más tarde, se hallaron restos de al menos dos o tres de estos tambores.
Expuestos por muchos años a la intemperie, los estudios realizados dieron resultados negativos.
Fotos satelitales que se consiguieron permitieron corroborar que en el sitio del polígono se podían apreciar las huellas del enterramiento.
Es claro que los mismos, no habrían podido hacerse en las propias salinas, en dónde hay agua a muy poca profundidad, sino que debieron ser realizados en las estribaciones de las salinas, en donde el relieve ofrece puntos de mayor altura.
La complejidad geográfica y las dificultades de acceso exigían entonces costosas tareas para avanzar con los estudios. Había que conseguir más imágenes satelitales y muchos otros recursos de prueba e investigación necesarios.
De hecho, un Unimog designado como apoyo a la tarea del EAAF se empantanó y con él, la continuidad de la investigación.
Aunque sea el lugar más plausible para los enterramientos, sin recursos, esa causa no avanzará más.
Y muchos familiares que podrían conocer el destino de sus seres queridos, seguirán aguardando justicia.
Fuente: Cba24N