- Enrique “Quique” Ortiz fue campeón con Instituto y jugó en la Europa League, actualmente comercializa insumos premoldeados para el agro.
- Dejó el fútbol a los 28 años para terminar la carrera de agronomía de la UNC y ser corredor inmobiliario.
Las gradas del Mario Alberto Kempes todavía retienen los gritos del ascenso del Instituto Atlético Central Córdoba. La memoria de aquel triunfo de la institución de Alta Córdoba se conserva en las tribunas Ardiles y Gasparini.
Ese paso inmortal en la historia del fútbol argentino tuvo como protagonista a Enrique “Quique” Ortiz, quien integró las filas de “La Gloria” desde 2001 hasta 2005. Su amor por la pelota lo llevó a entrenar diariamente para alcanzar el sueño máximo de todo jugador: ser campeón con el club de sus amores.
Formado en La Agustina, Ortiz integró el plantel que ganó el campeonato y ascendió a la Primera División del fútbol argentino en 2004. Poco después, el club lo transfirió al FC Lyn Oslo de Noruega, donde jugó dos años y medio y compitió en la Europa League.
Amante de Javier Zanetti, recordó: “Tuve la suerte de poder intercambiar camiseta con él”.
Mientras jugaba en La Gloria, estudiaba agronomía y aprovechaba los viajes de concentración para estudiar. “Desde chico jugaba al fútbol y estudiaba. En casa siempre me inculcaron que, si no estudiaba, no jugaba. Me iba bien en el colegio, nunca me llevé una materia en secundaria, y cuando terminé creía que había cumplido. Pero no, tenía que tener un título universitario”, comentó.
Después de su paso por Europa, regresó a Córdoba y decidió retirarse para recibirse de ingeniero agrónomo, al no encontrar oportunidades en el fútbol. Aunque su primera opción fue estudiar el profesorado en educación física, prefirió poner la mente por encima del cuerpo.
“No vengo de una familia de campo, pero siempre me gustó el agro, los animales y el contacto con la naturaleza. Por eso, tras hacer un test vocacional, me incliné por agronomía”, explicó Ortiz, quien egresó del Carbó con bachillerato biológico.
Hoy, con su título en mano, no se arrepiente. “Cerré un ciclo y prioricé mi otra pasión: la agronomía”. Desde su graduación en 2011, trabaja en el sector agropecuario. Actualmente se dedica a la comercialización de insumos premoldeados para el agro como asesor en la firma Gallará.
Quique viaja a exposiciones rurales representando a la empresa, que participa activamente del programa provincial CBA Vidriera Productiva, una iniciativa del Ministerio de Bioagroindustria para potenciar a pequeños y medianos productores de toda la provincia.
Facultad y primeros pasos
El fútbol es una disciplina demandante, y Ortiz contó que sus compañeros y profesores lo ayudaron muchísimo con apuntes, resúmenes y clases recuperadas cuando no podía asistir por los viajes o entrenamientos.
“Fueron muy importantes. Llevo lindo recuerdo del apoyo que recibí en la facultad, del trato personalizado con los profesores y de la calidad humana de la gente que conocí”.
¿Si la fama llegó a las aulas? El ingeniero asegura que siempre mantuvo un perfil bajo: “Había gente que me conocía y gente que no. Iba, prestaba atención y, al terminar la clase, me volvía a casa para descansar o estudiar para el próximo parcial”.
Al egresar, se enfrentó al mercado laboral, como si comenzara de nuevo en el césped de Alta Córdoba. Sus primeros pasos fueron en una inmobiliaria rural, asesorando a productores y gestionando su matrícula profesional. “También me recibí de corredor inmobiliario, y ocasionalmente me dedico al alquiler, compra y venta de propiedades rurales”, detalló.
Ortiz siguió avanzando: “Armé una pequeña empresa de mantenimiento de parques y jardines con amigos, y hasta hoy seguimos trabajando juntos. Hacemos mantenimiento de espacios verdes y forestación en predios”.
Entre sus proyectos, destaca un trabajo en Montecristo, donde lideró la reforestación con árboles nativos en la planta de YPF. Además, incursionó en la producción hortícola, cultivando pimientos: “Siempre estuve vinculado al campo. Es mi cable a tierra”.
El agro y el fútbol en Europa
Para Ortiz, los productores y los futbolistas comparten valores: nunca bajar los brazos y siempre buscar mejorar. “Admiro la dedicación con la que cuidan sus animales para las exposiciones y los productos que elaboran. Todo lo hacen en equipo”.
El fútbol tiene mucho de eso: entregar lo mejor individualmente y aprender a trabajar en conjunto para obtener buenos resultados.
Las vueltas de la vida lo llevaron a destinos inesperados, como Oslo, Noruega. “Fui el primer argentino en jugar profesionalmente en esa liga. Estuve dos años y medio allí”, relató.
Aunque su eje estaba en el fútbol, aprovechó para observar la producción agrícola del norte europeo. “En Noruega cultivan una variedad de trigo muy corta. Me hubiera gustado aprender más sobre su producción agropecuaria”, comentó con curiosidad.