Tras el noveno consistorio de su pontificado, de los 137 cardenales electores, 99 ya fueron creados por él; el cuerpo está cada vez más en línea con su visión de la Iglesia
ROMA.- “Prometo y juro, desde ahora y para siempre, hasta que viva, fiel a Cristo y al Evangelio, constantemente obediente a la Santa Apostólica Iglesia Romana, al beato Pedro y a la persona del Sumo Pontífice Francisco y de sus sucesores canónicamente electos, de conservar siempre y con palabras y obras la comunión con la Iglesia católica (…)”.
Con esta fórmula solemne, pronunciada en latín, dos personas muy cercanas al papa Francisco, ambos cordobeses -el flamante prefecto del Dicasterio de la Doctrina de la Fe, Víctor Manuel “Tucho” Fernández, y el arzobispo de Córdoba, el jesuita Ángel Sixto Rossi-, se sumaron hoy a un colegio de cardenales electores -menores de ochenta años- cada vez más en línea con la visión de Iglesia de Francisco. De 137 miembros, 99 fueron creados por él. Y tendrán la enorme responsabilidad de elegir a su sucesor en el próximo cónclave.
En el noveno consistorio de su pontificado, también juraron solemnemente y recibieron los atributos cardenalicios -el birrete color púrpura, como la sangre que deben estar dispuestos a derramar-, otros 19 prelados de todo el mundo, muchos de ellos pastores jóvenes, cercanos a su generación y abiertos al diálogo. Aunque no pudo viajar por cuestiones de edad, también fue creado cardenal un tercer argentino, el nonagenario fray capuchino Luis Pascual Dri, que a los 96 años sigue siendo confesor en el Santuario de Nuestra Señora de Pompeya, en Buenos Aires y a quien el papa Francisco quiso premiar por su por “su servicio” a la Iglesia.
Dri no participará del próximo cónclave, al igual que sus compatriotas Luis Héctor Villalba, arzobispo emérito de Tucumán, de 88 años y el arzobispo emérito de Paraná, Estanislao Karlic, de 97 años. Los otros cardenales argentinos electores son Leonardo Sandri, prefecto emérito del Dicasterio para las Iglesias Orientales, que cumplirá 80 años en noviembre y el cardenal Mario Poli, arzobispo emérito de Buenos Aires, de 75 años.
Entre los presentes en el consistorio también había representación argentina: estaban la embajadora ante la Santa Sede, María Fernanda Silva, el embajadar ante Italia, Roberto Carlés y viajó desde Buenos Aires el Secretario de Culto, Guillermo Oliveri.
En una ceremonia solemne en la Plaza de San Pedro, en una jornada de sol radiante y frente a 12.000 personas, en su homilía el papa Francisco les pidió a los cardenales “asemejarse a una orquesta sinfónica, que representa la sinfonía y la sinodalidad de la Iglesia”. “Digo también la ‘sinodalidad’ no solo porque estamos en la vigilia de la primera Asamblea del Sínodo que tiene precisamente este tema, sino porque me parece que la metáfora de la orquesta puede iluminar bien el carácter sinodal de la Iglesia”, agregó, al explicar que en una sinfonía “es fundamental la escucha recíproca”.
“Cada músico debe escuchar a los demás. Si uno sólo se escuchase a sí mismo, por más sublime que pudiera ser su sonido, no beneficiará a la sinfonía; y lo mismo sucedería si una sección de la orquesta no escuchase a las otras, sino que sonara como si estuviera sola, como si fuera el todo”, advirtió. “Y el director de la orquesta está al servicio de esta especie de milagro que representa cada ejecución de una sinfonía. Él debe escuchar más que todos los demás y al mismo tiempo su tarea es ayudar a cada uno y a toda la orquesta a desarrollar al máximo su fidelidad creativa, fidelidad a la obra que se está ejecutando, pero creativa, capaz de darle un alma a esa partitura, de hacerla sonar en el aquí y ahora de una manera única”, subrayó.
21 nuevos cardenales
Evidentemente emocionado y sonriente, en medio de vivas de los fieles, al margen de entregarle el anillo y el birrete color sangre a quien fue su alumno, el jesuita Rossi, de 65 años y a “Tucho” Fernández (61), primer custodio de la ortodoxia católica sudamericano y la primera persona de su confianza que trae a Roma para liderar un ministerio clave, el papa Francisco también les entregó los atributos cardenalicios a otros 19 purpurados. Dos son miembros de la curia romana: el prefecto del Dicasterio para los Obispos, el arzobispo estadounidense Robert Prevost –quien, al principio, en nombre de los demás, saludó al Papa- y al arzobispo italiano Claudio Gugerotti, sucesor de Sandri en el Dicasterio para las Iglesias Orientales.
En la nueva tanda también estuvieron dos nuncios, es decir, embajadores del Vaticano: el arzobispo suizo Emil Paul Tscherrig, quien fue nuncio en Buenos Aires y actualmente es nuncio ante Italia –el primero no italiano de la historia-; y el francés Christophe Pierre, nuncio en Estados Unidos
Entre los pocos italianos de la camada, el Papa decidió que fuera cardenal monseñor Pierbattista Pizzaballa, franciscano a quien nombró en 2020 patriarca de Jerusalén y que desde hace más de dos décadas vive en Tierra Santa, una zona más que compleja del mundo.
Al margen de sus compatriotas, Francisco nombró a otro latinoamericano: monseñor Luis José Rueda Aparicio, arzobispo de Bogotá. Por otro lado, entre los europeos designó al monseñor polaco Grzegorz Rys, arzobispo de Łódź ; a monseñor Américo Manuel ALves Agiar, obispo auxiliar de Lisboa, de tan solo 48 años; a monseñor François-Xavier Bustillo, obispo de Ajaccio, Córcega; y al recientemente nombrado arzobispo de Madrid, José Cobo Cano. Otro español que recibió el birrete y anillo cardenalicio fue el reverendo Ángel Fernández Artime, rector mayor de los salesianos.
Sin ocultar su deseo de afianzar lazos con China –gigante con el cual el Vaticano no mantiene relaciones diplomáticas pero con quien selló un controvertido acuerdo para designar obispos-, también creó cardenal al arzobispo de Hong Kong, el jesuita Stephen Chow. Además, al malayo Sebastian Francis, obispo de Penang y desde 2017 presidente de la Conferencia de los obispos católicos de Malasia, Singapur y Brunei.
Como siempre el Papa, que en sus diez años de pontificado revolucionó al colegio cardenalicio -ya no eurocéntrico sino atento a las periferias del mundo-, también sumó a tres prelados del continente africano: monseñor Stephen Brislin, arzobispo de Ciudad del Cabo, Sudáfrica; monseñor Stephen Ameyu Martin Mulla, arzobispo de Juba, Sudán del Sur, el país más joven del mundo, inmerso en una guerra civil, visitado este año por Francisco; y monseñor Protase Rugambwa, arzobispo coadjutor de Tabora, Tanzania.
Por haberse distinguido “por su servicio a la Iglesia”, amén del ya mencionado fray Dri, el papa Francisco también nombró a otros cardenales mayores de ochenta y sin derecho a participar de un eventual cónclave: el exnuncio italiano Agostino Marchetto, considerado por el Pontífice el más grande intérprete del Concilio Vaticano II; y el venezolano Diego Rafael Padrón Sánchez, arzobispo emérito de Cumaná, presidente en dos ocasiones consecutivas de la Conferencia Episcopal Venezolana.
Según estadísticas del Vaticano, con este noveno consistorio de su pontificado, de los 137 cardenales electores, la gran mayoría, 99 (el 72%), fueron creados por Francisco, 29 por Benedicto XVI y 9 por san Juan Pablo II. Esto significa una verdadera revolución e internacionalización del colegio de cardenales electores, sobre todo si uno compara la situación a cuando, en 2013, fue electo el papa del fin del mundo. En ese momento, la mayoría eran europeos (60 de 115 electores). Ahora ya no es así. De los 137 cardenales electores, 52 son europeos (14 italianos); 17 de América del Norte (11 de Estados Unidos, cuatro de Canadá); 22 de América latina (cuatro de la Argentina: Sandri, Poli, Fernández y Rossi); 19 de África; 24 de Asia; y tres de Oceanía.