La jurista y criminóloga Paz Velasco de la Fuente asegura que pasan desapercibidos y que son trabajadores abnegados
La Criminología los denomina ‘ángeles de la muerte’. Son aquellas personas que se dedican a la profesión sanitaria, por lo que su día a día consiste en cuidar y salvar la vida a la gente, pero que terminan aprovechando su entorno laboral y sus conocimientos médicos para matar al mayor número posible de personas. Estos ‘lobos con piel de cordero’ han sido estudiados profusamente por la Psicología y los expertos criminales. Son sujetos como Harold Shipman, médico británico que asesinó a más de 200 personas. O como Joan Vila, el celador de la residencia de Olot, que mató a 11 ancianos suministrándoles lejía y otras sustancias y llegando a torturar a alguno de ellos.
Como el suyo, hay decenas de casos de ‘ángeles de la muerte’ que utilizan su posición de poder para matar. Redacción Médica ha contactado con la jurista y criminóloga Paz Velasco de la Fuente, conocedora de diversos casos y que ha dedicado varias publicaciones a su estudio, para que arroje algo de claridad sobre la mente de estos asesinos en serie de bata blanca y estetoscopio.
¿Qué lleva a un profesional de la sanidad, a alguien cuyo trabajo es salvar vidas, a convertirse en un asesino en serie?
En primer lugar, hay que tener en cuenta que hay dos tipos de ‘ángeles de la muerte’. Las causas cambian si hablamos de un tipo u otro. El doctor Harold Shipman, por ejemplo, sería del tipo de asesinos que, aun teniendo vocación médica, presentan un interés patológico por el poder que da decidir sobre la vida y la muerte. Hay ‘ángeles de la muerte’ que actúan en base a ese interés, al poder que tienen para decidir sobre la vida y la muerte de otra persona.
Luego tenemos otros sujetos, en su mayoría enfermeras, que desarrollan patologías criminales después de varios años de trabajo, tras haber sufrido el síndrome del burnout. Tanto unos, como otros, utilizan sus conocimientos profesionales para matar.
La primera causa se da sobre todo en mujeres y consiste en llevar a las víctimas a un punto cercano a la muerte para, posteriormente, salvarlas y aparecer como buenísimas profesionales. Lo hacen para ganarse el reconocimiento de terceros. Es la forma que tienen de demostrar lo buenas profesionales que son. Estos casos se dan más entre mujeres enfermeras. Un caso paradigmático es el de la enfermera Genene Jones, en Texas, que hacía esto con muchos pacientes y terminó acusada de la muerte de varios de ellos.
Una segunda causa es el llamado homicidio por compasión. Son personas que alegan que deciden acabar con la vida de un paciente para terminar con un sufrimiento y dolor innecesario. Se les conoce como asesinos misioneros. Es la causa que alegó Joan Vila, el celador de Olot. Aunque luego se demostró que estaba alejadísimo de haber matado por compasión.
La tercera razón está relacionada con el control que pueden ejercer estas personas sobre otras, el poder que tienen sobre su vida y el cuarto caso es el de personas que sienten un placer sádico en matar. Hay pocos casos registrados para esta última razón.
¿Qué pasa por la mente de estos profesionales sanitarios? ¿Estamos hablando de enfermos mentales?
En algunos casos sí, pero en la mayoría no son enfermos mentales. Tenemos, por ejemplo, el caso de una enfermera de Gran Bretaña que asesinó a varios bebés y se le diagnosticó el síndrome de Munchausen por poderes. Sin embargo, no hay muchos casos de este tipo.
Por lo general, estamos ante personas con algún trastorno de la personalidad, un trastorno antisocial muy fuerte con rasgos psicopáticos que les llegan a hacer disfrutar del asesinato. El asesino de Olot afirma que sentía un subidón de adrenalina al matar y ello le llevó a una adicción. Algunos matan por lucro, como un conocido sanitario que mató a 139 personas porque ganaba 60 dólares cada vez que avisaba a la funeraria. Son sujetos que muestran gran falta de empatía, rasgos narcisistas, frialdad… No obstante, se tarda bastante tiempo en descubrir a un ‘ángel de la muerte’.
¿Cuál es el perfil de estos asesinos?
El perfil mayoritario es el de mujeres enfermeras que trabajan en hospitales. Son jóvenes, tienen entre los 25 y los 30 años (en el caso de los hombres suelen tener entre 35 y 40). Son organizadas, socialmente integradas, mantienen una buena relación con compañeros. Matan en el lugar de trabajo y utilizan sus conocimientos para ello. Consiguen ganarse la confianza de los pacientes. Trabajan fines de semana y en horarios nocturnos. Desde fuera, estamos ante personas trabajadoras de las que es difícil sospechar.
¿Qué indicadores pueden darnos una pista de que nuestro compañero del hospital es un ‘ángel de la muerte’?
Es muy difícil descubrirlas porque son personas perfectamente integradas en su ámbito laboral y social. Sí que existen una serie de indicadores que nos pueden dar una pista de que estamos ante este tipo de personas; predicen cuándo va a morir un paciente y aciertan; prefieren los turnos nocturnos, días festivos y fines de semana; intentan evitar que otros sanitarios supervisen al paciente al que atienden; les gusta hablar sobre la muerte y hacen comentarios jocosos al respecto; durante su turno de trabajo hay un índice más alto de mortalidad; buscan llamar la atención de compañeros y superiores poniendo al límite a una víctima y luego salvándola… Es recomendable que los hospitales revisen el currículo de los sanitarios que contratan porque este tipo de personas presentan una movilidad muy alta, se trasladan mucho de un hospital a otro.
¿Hay alguna forma de prevenir que estas personas lleguen a la sanidad?
Los test psicológicos no sirven para este tipo de personas. Pasan totalmente desapercibidas, son trabajadores abnegados, cumplen su horario y tratan muy bien a los pacientes. Hay casos en los que presentan algún tipo de adicción pero no es habitual. La movilidad geográfica alta es un indicativo clave, por lo que habría que estudiar el motivo de tales traslados o estar atentos ante personas que pidan insistentemente el turno de noche, festivos o fines de semana (piden estos turnos porque hay mucho menos personal médico y enfermero).
¿Se puede ‘curar’ un asesino de este tipo?
Es muy complicado porque la gran mayoría siente la necesidad de matar. Entre los que no, como Harold Shipman, sigue siendo complicado. Estamos ante asesinos múltiples sistemáticos, personas que matan a más de 2 pacientes y se tarda mucho tiempo en descubrir.
Entre médicos y enfermeros, ¿qué profesionales son más tendentes a cometer asesinatos?
Los enfermeros y auxiliares tienden más a cometer asesinatos que los médicos.
De los asesinatos cometidos por ‘ángeles de la muerte’, ¿cuál consideras más llamativo?
Me ha llamado la atención bastante el de una italiana que después de asesinar a sus pacientes se hacía selfies con ellos y los titulaba ‘A vida o muerte’. Para darte un dato histórico me impresionó mucho la historia de una enfermera inglesa que asesinó a 400 bebés en una institución llamada ‘baby farm’. Son centros en los que las madres dejaban a los bebés para que cuidasen de ellos y los recuperaban cuando podían. Estamos hablando de la época victoriana (siglo XVIII). Esta mujer utilizaba un jarabe para los niños, compuesto de opio y heroína, que era legal en la época y se indicaba para tranquilizarles y que no lloraran. Abusó de su uso provocando la muerte de cientos de bebés. Nunca se la juzgó por homicidio, sino por negligencia.