Radio Vive

Discurso completo del Presidente Javier Milei en la inauguración de la Rural de Palermo

Buenos días a todos. Para comenzar, quiero agradecer a las
autoridades de la Sociedad Rural y, en especial, a su presidente,
Nicolás Pino, por invitarme una vez más a hablar aquí ante todos
ustedes.
Es un orgullo para mí estar parado ante esta pista a la que, hace casi un
siglo y medio, desfilan los mejores exponentes de nuestra actividad
ganadera. Esta institución se volvió referente global y aquí vienen
jurados, productores, cabañeros y líderes del sector de todos los países.
Tal es así, que nuestra genética es demandada como un bien preciado
en todos los países ganaderos del mundo. Pero no solo nuestra
genética es valorada en todo el mundo, sino también nuestra carne:
nuestras exportaciones vacunas están aumentando sostenidamente y,
en 2024, logramos volver a superar las 900.000 toneladas exportadas
por primera vez en más de 100 años.
Me gustaría felicitar a todos los actores del sector por esta hazaña y
también por seguir realizando esta exposición, que representa la
esencia de la economía nacional y la acerca a la sociedad civil.
Hace exactamente un año me paré ante ustedes con la promesa de
comenzar juntos un cambio profundo en nuestra sociedad. En aquel
momento alerté que el camino no era fácil, sino que era el camino

correcto, y queríamos avanzando a paso firme sin poner en juego la
sustentabilidad del progreso. Porque todos —el campo más que nadie—
hemos aprendido del pasado que los cambios hechos a las apuradas se
borran fácil y, lejos de quedar grabados en piedra, desaparecen como
huellas en la arena.
En aquel entonces no nos alcanzaban las manos para enumerar los
infinitos problemas que inquietaban al campo argentino. Veníamos de
muchos años de cepo, múltiples tipos de cambio, inflación
descontrolada con su imprevisibilidad económica, tasas ridículas para
acceder al financiamiento, trabas burocráticas cada vez más delirantes,
aranceles cada vez más asfixiantes para la importación de insumos y
maquinaria y, por supuesto, las nefastas y siniestras retenciones.
Todas estas problemáticas no surgieron de casualidad ni por arte de
magia, sino que fueron el resultado de un plan deliberado de la política y
perpetuado por la casta a lo largo del tiempo. La pregunta es: ¿para
qué? Para exprimir al sector más pujante del país, terminando por
faenar la vaca lechera.
Para poner un par de ejemplos: de los 90 años que lleva de vida el
Banco Central de la República Argentina, en 70 de ellos hubo cepo
cambiario, entorpeciendo el comercio internacional y la posibilidad de
ahorro de los argentinos. Y durante más de la mitad de los 20 años
restantes, si bien el tipo de cambio estuvo unificado, estaba fijado por
ley. Es decir, Argentina llevaba casi 100 años sin conocer la verdadera
flotación cambiaria. Esto se hizo para tratar de contener la inflación que
el propio Estado había generado al financiar, año tras año, un déficit
fiscal gigante con emisión monetaria sin respaldo ni contrapartida de
demanda de dinero. Así, empresarios y productores se veían obligadosa aumentar constantemente los precios de sus bienes y servicios para

mantener sus negocios en pie. Ese régimen inflacionario les venía como
anillo al dedo a la casta política para instalar con facilidad su relato
antiempresa, en el cual supuestamente los inescrupulosos empresarios
especuladores se aprovechaban de las necesidades de la gente. En el
caso específico del campo, utilizaban este relato miserable para
fomentar el avasallamiento sobre la propiedad privada. Así se normalizó

que quienes generaban más riqueza estén sometidos a regímenes
tributarios imposibles. Pero también se llegó al extremo de proponer
reformas agrarias, incitar a romper silo bolsas e incluso a defender el
robo de ganado. Y todas estas injusticias las proclamaron en un bien:
supuestamente, la siniestra justicia social.
Esta conducta obedece a lo que mi amigo, el escritor Axel Kaiser,
denominó parásitos mentales, que podrían definirse como ideas
malignas que se instalan en nuestro cerebro y que conducen a la
pobreza, alimentándose de nuestras intenciones más nobles. Me parece
pertinente detenerme en un parásito mental específico: el de los
llamados derechos sociales. Este parásito mental, inherente a la
izquierda en todo tiempo y lugar, busca generar expectativas infinitas en
las personas, sosteniendo que donde hay una necesidad nace un
derecho y que todos los derechos requieren intervención estatal y gasto
público. Por ende, impuestos.
El problema es que las necesidades son infinitas y los derechos alguien
los tiene que pagar. Y los recursos son escasos, son finitos. O sea que,
para poder cumplir con semejante disparate, habría que incluir la
primera ley de la economía, que es la ley de la escasez. Por esa
estupidez de que “con cada necesidad hay un derecho” nos llevó
directamente a las puertas del abismo. Este mandato imposible de estar
garantizando supuestos derechos infinitos para rectificar cualquier
necesidad lleva continuamente a violar la restricción presupuestaria, la
cual fue el principal problema que asedió a nuestro país durante siglos.
Tapar el déficit con emisión nos llevó a sacarle 13 ceros a nuestra
moneda y a destruir cinco signos monetarios. Taparlo con deuda nos
llevó a ser el país con mayor cantidad de default en la historia. Taparlos
con impuestos no solo nos llevó de ser uno de los países más prósperos

del mundo, sino a ser un país que, cuando nosotros llegamos, tenía la
inflación viajando a una velocidad del 1,5% diario —que es más del
17.000% anual—, teníamos 57% de pobres y 70% de nuestros jóvenes
estaban pobres.
En definitiva, nada de esto fue accidental. Dado que, como dije, Thomas
Sowell: la primera ley de la economía es la escasez, dado que no hay
de todo para todos; mientras que la primera ley de la política es ignorar
la primera ley de la economía.
Debe ser por eso que hubo que elegir, por primera vez en la historia, a
un economista ortodoxo para que arregle este quilombo.

No hace falta estudiar en profundidad la historia humana para saber a
dónde llevan estas falacias cuando se aplican hasta sus últimas
consecuencias. Tan solo miremos lo que ocurrió en la Unión Soviética y
en otros lugares donde se implementó la colectivización forzada,
condenando a decenas de millones de personas a la muerte por
hambruna.
En total, terminaron asesinando a 150 millones de seres humanos.
Nunca se olviden de eso: a los que conducen estos derechos sociales,
como la justicia social y la igualdad de oportunidades, a la guillotina
igualadora que termina conduciendo al totalitarismo, a la pobreza y a la
hambruna.
Volviendo a la cuestión nacional, aún no podemos dar por finalizada la
guerra contra el modelo empobrecedor que montó la casta durante
tantas décadas, pero sí podemos afirmar que estamos ganando muchas
batallas. Esto se traduce en la baja de costos que ha visto, en particular,
el sector agropecuario a lo largo del último año y medio. Por enumerar
algunos avances: hemos eliminado el cepo cambiario y el Impuesto
PAIS, devolviéndole aproximadamente un 30% de rentabilidad al sector;
facilitamos la importación de fertilizantes y redujimos aranceles;
volvimos a permitir la importación de maquinaria usada, reduciendo su
costo hasta un 50%; abrimos el mercado de la vacuna de aftosa y, en la
próxima campaña, ya habrá oferta de la misma por la mitad de su valor
histórico. Abrimos la exportación de ganado vivo y eliminamos el peso
mínimo de faena, dos restricciones abiertamente antiliberales que nunca
debieron haber existido. Desregulamos completamente la producción de
frutas y hortalizas, sacamos al SENASA de la función de producción:

basta de controlar el grosor de la chapa o el alto de la canilla de los
baños, basta de que un funcionario público le diga a un productor
cuándo cosechar. También eliminamos el RUCA para todos los
productores, excepto granos.
En términos de financiación del sector, la desregulación en el mercado
de warrants ha generado no solo una baja en el costo de warrant del
3,5% al 1%, sino que permite al productor emitir su propio warrant,
logrando hacer líquidos sus stocks. También implementamos el pagaré
mercancía, un viejo reclamo del sector y que ya está usando, sobre todo
para la compra de maquinaria. En este sentido, también estamos
desarrollando líneas de créditos en kilos de carne para que el sector
pueda recapitalizarse y crecer en cantidad de cabezas sin temor a las
variaciones de precios que pueda tener la hacienda. Esto lo hacemos en
línea con nuestra promesa de campaña de ir hacia una libre

competencia de monedas, para que cada sector pueda proyectar su
crecimiento de una forma más previsible.
Por otro lado, creo que gran parte de ustedes es consciente del cambio
de época que se vive en términos de conectividad. Gracias a que hemos
permitido el ingreso de Starlink al país, se puede acceder a internet de
máxima calidad en cualquier rincón de la Argentina.
Gracias a todo esto, y a la catarata de problemas heredados por el
sector, solo queda el yunque más pesado: las retenciones. Por eso
quiero aprovechar este día para hacer un anuncio importante sobre este
gran flagelo que nunca debió haber existido.
Desde hoy, las retenciones a la carne aviar y vacuna se reducirán del
6,75% al 5%; las retenciones al maíz, de 12% a 9,30%; las retenciones
al sorgo, de 12% a 9,30%; las retenciones al girasol, de 7,5% y 5% al
5,5% y 4%; y también las retenciones a la soja, del 33% al 26%, y a los
subproductos de soja, del 31% al 24,5%.
Para tener un orden de magnitudes, esto redunda en una reducción de
retenciones líquidas para las cadenas de granos del 20% y una
reducción en la cadena de ganado y carnes del 26%, que será
permanente. Lo cual busca dar impulso al campo, el sector con mayor
productividad de la economía y fuertemente castigado por estos

impuestos en los últimos 20 años. Esto incluye también las rebajas
transitorias que anunciamos sobre trigo y cebada, que también serán
permanentes.
Repito, estas reducciones son permanentes y no tendrán vuelta atrás
mientras yo esté en el gobierno.
Eliminar las retenciones es una obsesión para nuestra gestión y hemos
dado muchos avances en esa dirección. Ya eliminamos las retenciones
a las economías regionales, al sector lácteo, a la carne porcina y a
algunos segmentos de carne vacuna. Además, hemos reducido las
mismas para el trigo y la cebada. Pero es muy importante tener
presente que todo esto es posible únicamente gracias al superávit fiscal
que hemos conseguido, al cual cuidamos como agua en el desierto ante
los embates sistemáticos de la casta política.
Repito, no hay posibilidad de baja de impuestos sin tener un superávit
fiscal sostenido. Este concepto no solo es importante que lo internalice
la sociedad, sino principalmente la dirigencia política, que
lamentablemente no parece haberse hecho eco del grito de cambio que
la sociedad expresó en 2023. ¿Acaso creían que “la motosierra” era un
chiste?
Sin ir muy lejos, recientemente el partido del Estado propuso en el
Congreso de la Nación un conjunto de leyes que intentan llevar a
nuestro país a la bancarrota. Hacer efectivas todas estas medidas y
sostenerlas en el tiempo implicaría un aumento en la dinámica de la

deuda argentina por una cifra cercana a los 350.000 millones de dólares
a valor presente. Para tomar dimensión de este disparate, esto
representa un aumento del 80% de toda nuestra deuda actual.
Miren qué gracioso cuando se hacen los generosos con el bolsillo ajeno.
Financiar este atropello de impuestos, la actividad favorita de la casta,
implicaría un aumento de la presión fiscal entre dos y tres puntos del
PBI. Esto sería el equivalente a cuadruplicar las retenciones respecto a
su valor actual y que vuelvan a representar por lo menos dos puntos del
PBI.
No les debería sorprender que ese dinero salga de un lugar donde, por
ejemplo, habita el señor de la 125.
En definitiva, ellos quieren ni más ni menos que aniquilar al sector con el
pecado capital de no necesitar de sus dádivas. Financiar este gasto vía
deuda pública implicaría someter a la juventud a mayores impuestos
futuros, lo cual sería una tragedia, considerando que heredamos una
pobreza infantil del 70% al inicio de nuestra gestión.

Dicho sea de paso, la pobreza, con la gestión de nuestra ministra de
Capital Humano, Sandra Pettovello; nuestro ministro de Economía, Toto
Caputo, domando la inflación; y la ministra de Seguridad, Patricia
Bullrich, manteniendo el orden en las calles, nos ha permitido bajar la
pobreza en más de 25 puntos. Hemos sacado de la pobreza a 12
millones de argentinos y hemos sacado de la pobreza a 2 millones y
medio de jóvenes, mal que le pese al partido del Estado.
En definitiva, las frases lindas, rimbombantes y pomposas que se
escuchan venir de la Casa del Congreso no son otra cosa que un
tribunero sensiblero, financiado con el bolsillo ajeno. Porque ninguno de
los que bregan en favor de este torpedo fiscal siquiera atinó a renunciar
o a expresarse en contra de las jubilaciones de privilegio.
Financiarlo vía emisión —a lo que los degenerados fiscales recurren
cuando no tienen la fuerza para robar de frente— implica volver al
sendero de la inflación, que nos ha costado tanto esfuerzo dejar atrás.
El impuesto más regresivo de todos, dado que castiga con más fuerza a
los más vulnerables. Pero claro, al hacer a los vulnerables dependientes
del Estado, y fáciles de captar para votos y seguir hundiendo al país.
Por supuesto que, por todas estas razones, y para proteger el superávit
fiscal, que es el ancla que nos está llevando al futuro, vamos a vetar
estas leyes que lo que buscan es llevar al país a la bancarrota y a la
pobreza

En definitiva, a estas aberraciones las llaman “alta política” los mismos
que dicen defender a los que ya no pueden esperar, cuando en realidad
lo que están haciendo es exterminar a los pobres y a los jóvenes, los
sectores más indefensos de nuestra sociedad, que no tienen poder de
lobby, ni de voto. Porque no son más que genocidas del futuro, son
asesinos de nuestros hijos, nuestros pobres y nuestros indefensos, que
con tal de rasquetear un puñado de votos hoy son capaces de condenar
a generaciones futuras enteras a la miseria.
Hoy vinimos y vivimos en el largo plazo de los que no creyeron en el
largo plazo y nos hacemos responsables de la irresponsabilidad fiscal
de quienes aún hoy quieren hacer gala. Semejantes burradas
económicas solo pueden explicarse cuando notamos que Argentina
preforma mal constantemente en exámenes de matemática, y
aparentemente la casta y sus amigos no son ajenos a este fenómeno. O
puesto en criollo: no suman ni con un ábaco.
Por eso dicen que un gasto de 17.000 millones de dólares anuales
puede ser financiado con un recorte de gastos de 30 millones en la
SIDE, que ahora quieren desfinanciar, pero hasta hace muy poquito
querían manejar. Cuando en realidad se necesitaría un recorte 570
veces más grande.
Y ni qué hablar de las críticas falsamente fiscalistas a nuestros viajes al
exterior, que es innegable que han sido de provecho económico para el
país, y que seguramente en pocos días tendremos tremendas, pero
tremendas, noticias en el plano internacional gracias a la enorme tarea
que lleva a cabo nuestro canciller, el ministro Gerardo Werthein. Y es
increíble que los mismos viajes que, curiosamente, son criticados por
quienes gastan viajes tras viajes, pagados por los viáticos del Congreso,
para fines personales, pasear o políticos, o rosca.

Este es el problema central de lo que describe mi amigo Axel Kaiser en
su libro Parásitos Mentales: estas ideas que fermentan y crecen en la
cabeza de la dirigencia política, como parásitos, inhabilitan cualquier
decisión racional sobre cualquier tema, dado que los prejuicios y el
dogma se imponen sobre la realidad.
Como dato curioso, la palabra “parásito” proviene del griego para, que
significa al lado y sitos que significa comida. En la antigua Grecia, los
parásitos eran empleados públicos encargados de supervisar las
cosechas y la preparación de pan, y luego comían de arriba. En
resumen, vivían del esfuerzo ajeno.
Así es que podemos afirmar que, cuando nos referimos a la casta, a la
alta política, estamos hablando de verdaderos parásitos fiscales en el
sentido más profundo de la expresión, y que ustedes lo vienen sufriendo
hace muchísimos años, en especial los últimos 20.

Nosotros comprendemos y queremos atender la demanda histórica del
sector con el tema de las retenciones, pero nunca podemos dejar de
lado sus implicancias económicas. Por el contrario, también
entendemos que ser extremadamente prudentes en reducirlas es
perpetuar un adefesio que nunca debió existir en primera instancia, y
ponerle un techo al crecimiento del sector y, en consecuencia, de toda
la economía.
Creemos que hemos dejado en claro con acciones la dirección en la que
queremos dirigirnos. El camino está trazado, lo estamos transitando y lo
vamos a lograr.
A su vez, de las 8.000 reformas que llevamos a cabo, más de 400
fueron para liberar a este sector, y seguimos acelerando el proceso.
Vamos a hacer de la Argentina el país más libre y próspero del mundo.
Ustedes, acostumbrados a pensar en generaciones, entienden más que
ningún otro sector del país lo que esto significa. Por eso estamos
construyendo un país en el que todos los emprendedores tengan un
lugar y en el que todas las empresas tengan la oportunidad de
desarrollarse, sean del campo o de cualquier otro sector.
Hoy lo vemos claramente en cómo el crecimiento en otros sectores,
como energía y minería, nos permite sostener el equilibrio fiscal con la

baja de retenciones. Ese es el verdadero círculo virtuoso del crecimiento
argentino que veremos por los próximos años. Todo lo que ayude a
mejorar el superávit ayudará a acelerar la baja de impuestos, que a su
vez seguirá potenciando el superávit en el tiempo por el crecimiento
natural de la economía.
Por eso también entendemos que la baja de retenciones, aparte de
beneficiar al campo, potenciará a toda la economía del interior del país
de forma más directa o indirecta, le provee de servicios a los
productores agrarios. Desde veterinarios y laboratorios, o ingenieros y
desarrolladores de semillas, hasta playeros de estaciones de servicio,
gomeros, almaceneros, sea un piloto de dron o un constructor de silo,
todos se benefician de que la rentabilidad del sector privado se quede
en el sector privado, en lugar de ser extirpada por el maldito Estado.
Pero también es necesario recordar que en Argentina no existe
consenso político alguno respecto al rol del campo: los liberales lo
tenemos claro, el resto, no.
El partido del Estado cree que ustedes deben subordinarse eternamente
a subsidiar a las decrépitas industrias infantes de la casta. Ellos piensan
que, como sector, no valen nada, que solo extraen una renta de un
activo fijo. Recordemos la fijación que tenía la doblemente condenada y
ahora presidiaria, al llamar “yuyo” al producto que había financiado toda

su aventura colectivista.
Nosotros sabemos que ustedes son el sector que más invierte y que
más innova en todo el país, generando casi la totalidad de las divisas
netas, y todo eso con el Estado quedándose con una enorme parte de
su producción para financiarse.
Es por eso que hoy existen dos y solo dos modelos de país posibles: el
modelo de la libertad y el de la servidumbre estatal, representada por el
partido del Estado. O sea, todos los que no abrazan las ideas de la
libertad. Y esto no es una cuestión a medias: o se abrazan, o no se
abrazan, porque cualquier camino intermedio también lleva al
colectivismo.
Nosotros somos los únicos que creemos en el modelo de la libertad,
cuyas condiciones son la propiedad privada y el rol del Estado en
defenderla y preservarla. Enfrente tenemos a una banda de forajidos,
saqueadores de ganado devenidos políticos, que solo saben arrasar con
la riqueza que otros generaron con su esfuerzo y previsión, por eso solo
dejan miseria a su paso. Y cuando estos personajes no pueden robarle
al productor lo que es suyo, prefieren destruirlo. Recordemos que no

hace mucho llevaban a romper silo bolsas y llenaban de cuatreros el
Congreso. Ellos necesitan negar que alguna vez hayamos sido
potencia, porque necesitan negarlos a ustedes, necesitan negar el gran
campo argentino, que fue el motor indiscutido de una nación que supo
ser un faro de libertad y riqueza en el mundo. Una nación que atrajo a
las masas hambrientas de Europa con la promesa de que podían
quedarse con el fruto de su trabajo, sin temor a que otros se los
robaran. Ellos tomaron el poder político y oprimieron a los verdaderos
generadores de riqueza. Y esto lo hicieron ni más ni menos para que la
gente piense que es la acción política, a través de la distribución, lo que
produce dicha riqueza.
Hoy más que nunca sigue vigente el adagio de Sarmiento: civilización o
barbarie.
La casta está afilando los cuchillos para volver a cortar su tajada. No los
dejen sentarse de nuevo en la mesa bajo falsas promesas de civilidad.
Sentémonos nosotros a construir un nuevo siglo de oro argentino. Ellos
quieren vender que el liberalismo es cipayo y vende patria, como les
gusta decir en su delirio sostienen que estamos regalando el país a
intereses extranjeros, y ellos, por su parte, han elegido sobreactuar el
patriotismo hasta un punto sospechoso, que indica una clara intención
de disimular una carencia.

La batalla cultural de su lado ha sido clave. El kirchnerismo hizo un
trabajo de décadas para identificar patria y Estado, y convencer a la
gente de que son exactamente lo mismo. Por eso, en esa cosmovisión
delirante, agrandar el Estado es hacer nacionalismo, y la desregulación
y reducción de impuestos es un acto de entreguismo y traición.
Esta forma de ver las cosas, tan antihumana, vetusta y anacrónica, ha
sido el lastre que nos ha mantenido hundidos durante cien años.
Si el camino para hacer de un país una potencia fuera agrandar
gigantescamente el Estado y sus injerencias, la Unión Soviética seguiría
en pie y el comunismo dominaría la tierra. Parece que no tomaron nota
de algo que pasó en 1989, el Muro se cayó y aplastó a los zurdos.
Nosotros, en cambio, venimos a proponer otra cosa: un verdadero
patriotismo que concentra sus esfuerzos en el engrandecimiento de la
sociedad y no de la burocracia. Sabemos que el único patriotismo real,
sostenible y duradero es el liberalismo, porque es el único que asegura
el progreso, la fuerza y la independencia de las naciones y sus

ciudadanos, además de ser la ideología que dio a luz a la República
Argentina. Porque esa es la verdadera noción de patria: que todos los
argentinos puedan progresar y que Argentina se vuelva un país pujante
y soberano. No la idea tergiversada que quiso imponer el kirchnerismo,
que llamó “nacional y popular” a lo peor de nuestro pueblo: delincuencia,
corrupción, vagancia, ventajismo, piquetes y ñoquis.
Nosotros somos patriotas, amamos el suelo de nuestra nación, la tierra
que vio crecer a nuestros antepasados, la epopeya de nuestros héroes
y las instituciones que fundaron los valores y próceres de la generación
del ’37, y no aquellos que suspiran a la sombra del tirano restaurador.
Entendemos por patria aquello que dijo Alberdi, el padre de la
Constitución que nos trajo la década de mayor progreso en nuestra
historia: la patria es la libertad, el orden, la riqueza y la civilización
organizada en suelo nativo, bajo su insignia y su nombre. De esta
manera, estamos convencidos de que bajar la inflación es hacer patria,
bajar la pobreza es hacer patria, bajar los impuestos es hacer patria,
bajar la inseguridad es hacer patria, comerciar es hacer patria,
recuperar el respeto del mundo es hacer patria, revalorizar nuestra
moneda es hacer patria, desendeudarse es hacer patria, y
parafraseando el lema de esta institución centenaria: cultivar el suelo es
hacer patria.

Estimados amigos de la Sociedad Rural: Si hay algo que he querido
transmitirles durante mi discurso es que tienen un presidente que valora
y respeta al sector agropecuario entero, y que está haciendo todo lo que
está a su alcance para revertir el latrocinio al que fueron sometidos por
culpa de la banda de saqueadores que gobernó el país durante las
últimas décadas. Esta baja permanente de retenciones es una prueba
de ello, y seguiremos adelante. Sepan que nuestra visión va mucho más
allá de simplemente ordenar las cuentas. Si fuera solo eso, mañana
vendrían otros a retomar el ciclo de miseria del que estamos saliendo.
Nuestro norte es un proyecto de nación a largo plazo, donde el Estado
se dedique estrictamente a sus funciones esenciales, y el sector privado
—o sea, ustedes, pero también todos los que emprenden, comercian,
producen y arriesgan a lo largo y a lo ancho de todo el país— pueda
explotar al máximo su capacidad creativa. Vamos hacia un cambio de
paradigma donde los viejos vicios de la clase política queden
enterrados, y donde pueda volver a florecer la Argentina que supimos
ser en nuestra era dorada.
Antes, el crecimiento económico le daba recursos a una casta
obsesionada en perseguir al sector privado para agrandar sus bolsillos.
Ahora, el crecimiento es la herramienta para achicar de forma
sustentable el peso del Estado sobre la vida y las actividades lícitas de
las personas.
Aquí vale la pena mencionar la parasha de esta semana que,
curiosamente, toca este tema. En la lectura de Matot Masei la torá relata
cómo Moisés, tras oponerse inicialmente, termina por acceder a que las

tribus de Gad y Rubén se establecieran en las tierras al este del Jordán,
antes de entrar a las tierras de Israel. Pero Moisés accede bajo la
condición de que acompañaran al pueblo hebreo en la conquista de la
Tierra Prometida, bajo la promesa de que luego podrían regresar a esas
tierras. El mensaje que se desprende es que, si bien todos queremos
concretar nuestros sueños y podemos sentir la tentación de buscar
atajos para obtener resultados rápidos y sin esfuerzo, nunca debemos
abandonar el camino hacia la Tierra Prometida.
En noviembre de 2023, el pueblo argentino eligió un nuevo gobierno y
un nuevo modelo. Nosotros también decidimos dejar atrás el yugo del
tirano opresor y encarar nuestro propio éxodo hacia la Tierra Prometida.
Durante este proyecto han surgido, surgen y seguirán surgiendo
dificultades, que pueden tentarnos a abandonar la lucha y conformarnos
con resultados fáciles. Lejos de dejar que estas dificultades nos
desanimen, debemos entender que surgen porque estamos en el
camino correcto.
Debemos continuar dando esta batalla diaria por la libertad, porque solo
manteniéndonos en el camino correcto dejaremos atrás décadas de
empobrecimiento sistemático y alcanzaremos finalmente la prosperidad.
Con esta conquista, madre de todas las conquistas, podremos

victorias personales.
Por eso, para finalizar, quiero pedirles que no dejen de acompañar este
proyecto de país, porque es la única garantía de que no vuelvan a sufrir
el horror al que los arrastró la casta política en el último siglo.
Además, estoy seguro de que muy pronto ustedes también comenzarán
a ver los frutos de este plan, del cual todos ustedes son parte
indispensable.
Así, en este solemne acto, declaro inaugurada la centésima trigésima
séptima Exposición Rural Argentina.
Que Dios los bendiga a todos, que las fuerzas del cielo nos acompañen,
y ¡Viva la libertad, carajo! ¡Viva la libertad, carajo! ¡Viva la libertad,
carajo! Muchas gracias.

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