Menos de la mitad de los alumnos argentinos de tercer grado alcanzan la habilidad lectora esperable y uno de cada diez chicos no sabe leer en ese nivel
El dato es significativo: menos de la mitad de los alumnos argentinos de tercer grado alcanzan la habilidad lectora esperable y uno de cada diez chicos no sabe leer en ese nivel. Así lo revelaron los resultados de las pruebas Aprender Alfabetización 2024. Apenas el 45% de los estudiantes alcanzó el grado de alfabetización estipulado al finalizar el primer ciclo de la escuela primaria.
“Los datos son acordes a lo que veníamos sabiendo que pasaba. Solo la mitad de los chicos puede entender lo que lee”, explica la pedagoga y licenciada en ciencias políticas Guillermina Tiramonti. “En cuanto a las capacidades para leer, la prueba es un espejo de las diferencias socioculturales, donde los más pobres son los que menos saben y los más ricos triplican su rendimiento. Pero tampoco tenemos entre los sectores más altos niveles muy altos: más del 30% están en los niveles más bajos. La pregunta es qué está pasando para que sea así. Uno podría decir que los chicos de sectores más vulnerables tienen problemas familiares y sociales que explican su baja atención y rendimiento, o que vienen de familias donde no se lee y se va a la escuela con un capital cultural pobre, pero eso no explica por qué esto se repite entre los sectores más acomodados. El debate hay que darlo sobre la metodología, debemos preguntarnos si estamos trabajando con metodologías no adecuadas para el aprendizaje. ¿Tenemos que cambiar los métodos?”, detalla Tiramonti.
Cuando se le consulta si la aplicación del Plan Federal de Alfabetización podría significar cambios en los próximos años, la especialista cree que serán parciales. Sobre todo, porque mientras algunas provincias optaron por volver a métodos estructurados para enseñar a leer y a escribir, otras seguirán con planes que impulsan métodos como la psicogénesis. Los primeros apuntan a enseñar y desarrollar la conciencia fonológica, aprender las letras y los sonidos, tal como se enseñaba antes; los otros métodos proponen introducir a los estudiantes primero en el sentido del texto para después acercarlos al aprendizaje de la lectura. Así, en las próximas pruebas Aprender se podrá comparar cuál método en cada provincia tuvo mejores resultados.
PRUEBAS APRENDER 2024
“Si lo pienso como investigación, es cierto que en un tiempo veremos si hay una correlación entre el programa de cada provincia y los cambios en los resultados. Pero a nivel de buscar los mejores resultados para los chicos, de evitar perder otros grupos en el camino, tal vez hubiera sido mejor pensar en volver a un método único a nivel nacional, estructurado. No podemos correr el riesgo de perder otra generación”, agrega Tiramonti.
Los datos muestran resultados mediocres, advierte la licenciada en educación Irene Kit. Si bien no hay grandes cambios con las evaluaciones previas, la última fue de 2016. “Esto significa que el sistema educativo no logró generarles situaciones de aprendizaje para que estos chicos puedan dominar la palabra escrita, o sea, la lectura y la escritura. Si estos resultados salen en lectura, imagínate en escritura, que es más complejo. Lo esperable es que en tercer grado hayan alcanzado un cierto nivel de dominio de la palabra escrita, que les permita encarar el segundo ciclo de la escuela primaria, que es el paso entre aprender a leer y leer para aprender”, describe.
“Hoy, uno de cada diez estudiantes está en un nivel elementalísimo, es decir, no puede enfrentar un texto y sacar alguna información de él. Y hay otro 20%, el que está en el nivel 2, que puede pronunciar en voz alta lo que lee pero, aunque se trate de textos simples, cortos y con información evidente, redundante, explícita, no puede contestar preguntas que vayan más allá. Por ejemplo, en una fábula, el zorro apareció cinco veces y le preguntan quién es el personaje principal y no lo saben. Eso significa que tres de cada diez están teniendo dificultades para pasar al segundo ciclo, el leer para aprender. Quiere decir que el 30% de los estudiantes que hoy estarán cursando su cuarto grado tienen enormes dificultades, no solo en el área de lengua, sino en ciencias sociales y naturales, incluso sin poder comprender problemas en matemática que en su formulación tienden a tener, por así decirlo, una cierta trampita. Ese déficit va a impactar en todo el resultado escolar”, explica Kit.
Kit señala algunas causas de estos “resultados mediocres”. Una, sin dudas, es cuánto tiempo efectivamente se dedica a la enseñanza inicial de la lectura y la escritura. “Hoy, en la mayor parte de las currículas, entre el 20% y el 25% como máximo del tiempo escolar del primer ciclo está dedicado a lengua y otro tanto a matemática. Es un poco injusto evaluar a los estudiantes y a los niños sobre el dominio de la palabra escrita y, después, de la lectura, si eso ocupa el 20% del tiempo. Si como sistema queremos dar el mensaje de que esto es importante, la importancia real que le estoy dando es el 20% del tiempo. Yo estoy convencida de que en primer y segundo grado deberían tener por lo menos el 40% del tiempo de clase destinado a la enseñanza inicial de la lectura, la palabra escrita, y otro 40% a matemática. En los colegios de jornada simple, serían por lo menos ocho horas por semana para lengua y ocho para matemática”, agrega la especialista.
Hay algunos datos que sorprenden a los expertos, como las diferencias entre provincias. Incluso algunas como Formosa, considerada una provincia económicamente postergada, pero cuyos estudiantes tuvieron mejores resultados que la media del país. También se destacó Córdoba, donde los chicos de sexto grado, particularmente los del departamento de Pocho, en el norte, habían obtenido el año anterior el mejor rendimiento del país. Se trata de una localidad que tiene poca conectividad: allí los chicos hacen mucho deporte y muchas actividades interpersonales, y pasan menos tiempo con la tecnología. Además, tras la pandemia, las docentes pusieron un especial empeño en ayudarlos a recuperar ese tiempo perdido.
“El foco puesto en que los chicos aprendan. Eso hace la diferencia. Creo que a nivel general hay una pérdida del esfuerzo de la escuela por lograr el aprendizaje de los chicos. La escuela perdió el foco, está ocupada en otra cosa, pero esto de estar haciendo el seguimiento de si los chicos aprenden ya no pasa. Y tiene un impacto muy fuerte”, destaca Tiramonti. “Hay muchas versiones a nivel de la sociedad de para qué existe la escuela, algunos creen que para albergar a los chicos, otros para alimentar la autoestima. Muchos piensan que hay que pedirles que lean fuerte si no saben leer bien, esto también hace mella en el aprendizaje. Por otro lado, tenemos que investigar qué impacto tiene el uso permanente de los dispositivos en el aprendizaje de los chicos. Hoy sacamos los teléfonos de las aulas, pero no sabemos realmente cuál es el impacto. Debemos estudiarlo, sin prejuicios. Fernando Peirano, en su libro El fin de la escritura, hace un planteo interesante. Dice que el impacto del uso de las tecnologías tiene una lógica de red, de paso de un texto a otro que rompe con la lógica de la estructura tradicional. Podríamos preguntarnos en qué medida algunas cosas que pasan no resultan de esa nueva lógica para acceder al conocimiento”, aporta Tiramonti.
Condenar a los chicos
“Estos datos siguen mostrando que lamentablemente la escuela pública, laica y gratuita, la escuela de Sarmiento, sigue sin cumplir con su rol de alfabetizar y de enseñar a todos. Lo que muestran las enormes diferencias por nivel socioeconómico es que hoy son los hogares y no las escuelas los que enseñan a leer y escribir”, analiza Ana María Borzone, especialista en alfabetización inicial con más de 30 años de trayectoria.

“Seguimos condenando a la mitad de los chicos de la Argentina a una vida indigna, porque no van a poder leer ni escribir, no van a poder hacer nada. Es decir, estamos perdiendo el 50% del capital humano en la Argentina. Eso es realmente terrible”, dice Borzone. Y añade: “Los resultados siguen siendo los mismos. Después de tantos años de fracaso, si no se hace una intervención muy fuerte, muy intensiva, con los materiales requeridos, con mucha capacitación, no se puede cambiar nada”.
También apunta al alcance del Plan Federal de Alfabetización. “Cada provincia eligió su propio método y la mayoría eligieron seguir enseñando como lo hacían hasta ahora. Ese es mi reclamo a la Secretaría de Educación [de la Nación]. Está bien que se respete la autonomía de cada jurisdicción, pero hay que establecer objetivos mínimos exigibles. No puede ser que para algunas provincias el objetivo sea que en primer grado los chicos puedan leer tres palabras y en otras provincias se apunte a que lean y comprendan frases. Estamos ampliando la brecha. Cuando un chico con toda su capacidad no aprende a leer, está perdiendo la potencialidad de ese cerebro, algo que es muy difícil de recuperar”, sentencia Borzone.
La especialista también se permitió dudar de la idoneidad de la prueba tal como fue diseñada por esta gestión. “Una expresión que preocupa, dicen que hay chicos que solo saben leer si tienen la imagen al lado. Eso no es leer. También me permito dudar de los resultados, por la garantía de que no haya falsedad por parte de las provincias. Otros años hubo casos en los que los docentes les anticipaban los resultados a los chicos y, en esta ocasión, no nos consta la transparencia y verificación del proceso de evaluación”, concluye.
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