Luego de un ciclo marcado por la sequía e intensas olas de calor, se están registrando altos porcentajes de granos verdes y dañados en la oleaginosa
“Parece lentejas pero no, es soja”. La frase, que el ingeniero agrónomo Ariel Pereyra usó en sus redes sociales para describir una imagen de granos cosechados en esta campaña, es el reflejo de los alarmantes resultados obtenidos: además del fuerte recorte en la producción por la sequía, las olas de calor y las heladas tempranas provocaron un deterioro de la calidad que se ve reflejada en el aumento de granos verdes o dañados. Estos son descontados por la industria y, según los productores, pierden entre un 10% a 15% de producción por camión, lo que equivale de $200.000 a $300.000.
En diálogo con LA NACION, Pereyra explicó que en Pergamino, donde trabaja como asesor, en los lotes cosechados la semana pasada obtuvieron un porcentaje de entre un 40 y 50% de grano verde y un 30 a 35% de grano dañado por factores climáticos, siendo que en un año normal rondan el 1,5%.
“A pesar de que los acopios o terminales portuarias aumentaron la tolerancia de grano verde, que pasó del 5% a entre 20 y 30%, nos castigan al rechazar o descontar los granos dañados porque solo toleran hasta el 5%”, detalló. Los descuentos en los puertos van del 12% al 15% de la producción. De un camión de 30.000 kilos, sacan entre 3800 a 4500 kilos que equivale a $200.000 a $300.000. A ello se suma que el alto nivel de porcentaje de grano que no les reciben en los acopios o terminales portuarias aplica sobre niveles muy bajos de producción.
En Pergamino, en soja de primera sembrada en noviembre los rendimientos no superan los 1000 kilos, una zona donde en un año normal obtienen 4500 kilos para arriba. En soja de segunda se perdió el 95% de los planteos, que fueron sembrados sobre trigo que se había quemado por una helada. “El año pasado, de septiembre a marzo llovió 620 milímetros y este año, en el mismo período, 272 milímetros, por eso la caída es tan estrepitosa”, comentó.
Según detalló, los porcentajes de granos dañados son consecuencia de que “las sojas cortaron el ciclo del cultivo en febrero por cumplir con sus requerimientos térmicos y cortaron el ciclo del cultivo no mandando más fotoasimilados a los destinos”. En rigor, explicó que las sojas responden por temperatura y fotoperíodo. Cuando completan los requerimientos térmicos culminan el ciclo y ahí llenan granos hasta donde vive la planta.
Respecto del grano verde, al desconectarse el llenado y morirse la planta, el grano no pudo degradar la clorofila, tanto de tegumento como de cotiledón. Quedaron secos, pero con pigmentación por clorofila. “Eso es producto de que la campaña fue con altos regímenes térmicos que sometieron al cultivo a un estrés hídrico y térmico que lo hizo morir antes de tiempo”, dijo.
Pereyra señaló que el aumento de la tolerancia en la industria del grano verde es porque va con destino a biodiésel. En tanto, para el grano dañado, al ser arrugado, chico y aplanado, con el tegumento (cascara) pegado cuesta sacarle el tegumento y, en consecuencia, no se puede extraer bien el aceite. Por eso, manifestó: “También castigan el daño; se complica la obtención de aceite al no tener el tegumento muy adherido a los cotiledones y no poder extraer del aceite”.
“Hasta hace 30 días todavía veníamos con esperanza de que si llovía los cultivos podían terminar el ciclo bien, pero tuvimos 73 días sin lluvia con altas temperaturas que hicieron que la planta se muera y el grano quede verde y arrugado. La clorofila se degrada por luz y por agua; al no haber agua no se degradó. Se secó la chaucha, pero el grano adentro está verde y no terminó de degradar la clorofila”, afirmó.
Marco Contreras, ingeniero agrónomo, en total trabaja 4000 hectáreas entre lo que asesora y produce, en 80 kilómetros alrededor de Río Cuarto. Al igual que Pereyra indicó: “Me estoy encontrando con una calidad muy mala, con granos verdes, chuzos o pimienta que es como se le llama a los chiquitos. El problema es que a eso la industria nos lo descuenta. Entre grano dañado y poroto verde hay un 45%”.
“Hace 20 años que trabajo en esta zona, pasé cinco secas, pero esta es la campaña más asombrosa y desastrosa. Veníamos con seca, sufrimos un primer golpe de calor, después una helada el 18 de febrero pasado y, si bien luego llovió, hubo otro golpe de calor de una semana donde la temperatura rondaba los 35 a 40 grados, que cocinó todo”, expresó.
Según indicó, los rendimientos rondan los cuatro a cinco quintales donde se cosechan 30 a 35 quintales en años normales.