- La frase pertenece al juez de Cámara Federal, Jaime Díaz Gavier, quien presidió los juicios que condenaron a los responsables de la dictadura militar.
- El juez y el periodista que cubrió los acontecimientos, Alejandro Mareco, fueron invitados a recorrer La Perla en el marco de la Semana de la Memoria.
- En el lugar, rememoraron lo vivido durante la “megacausa La Perla» , días en los que el clamor popular se unió en un solo grito de justicia.
Este 24 de marzo, Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia, se cumplen 45 años del Golpe de Estado de 1976 que dio origen a la última dictadura cívico-militar y marcó en nuestro país una etapa sangrienta y represiva. En esa época el Terrorismo de Estado implementó una política de exterminio basada en un plan sistemático de secuestros, torturas, asesinatos y desaparición de personas, en los más de 500 centros clandestinos de detención que funcionaron en todo el país.
Según datos obtenidos en el predio de “La Perla”, entre inicios de 1976 y finales de 1978, en este sitio funcionó uno de los centros detención tortura y exterminio más grande del aparato represivo de la última dictadura, donde permanecieron detenidas entre 2.200 y 2.500 personas, de las cuales, “aún hoy, más de 2.000 continúan desaparecidas”, señaló Julia Soulier, directora del Espacio de Memoria y Promoción de Derechos Humanos.
La Perla
“La Perla” fue precisamente el sitio elegido para rememorar esta fecha especial. Aquí se dieron cita Jaime Díaz Gavier, juez de Cámara del Tribunal Oral Federal Nº1, quien presidió junto a sus colegas Julián Falcucci, José Quiroga Uriburu y Carlos Ochoa –este último juez federal suplente – los juicios que condenaron a los responsables de la dictadura militar en nuestro país; y el periodista y escritor, Alejandro Mareco, encargado de cubrir periodísticamente los acontecimientos sucedidos por aquellos días.
El encuentro se produjo en una mañana fresca y nublada, con un clima convertido en el cómplice perfecto para invitarnos a recordar. El gris de la jornada lo envolvía todo y agigantaba la pena que ya ningún rostro podía ocultar. El silencio del lugar escondía tras de sí el grito que nos han delegado aquellos que ya no tienen voz. Parecía que los monstruos aún continuaban allí, detrás de cada pared, recordándonos a cada instante, el horror, la perversidad y la brutalidad que alejan al hombre de su cualidad humana. Pero también allí habitan los ecos de sus víctimas, aquellas que, a partir de los juicios, encontraron por fin, algo de paz.
“Es sorprendente la serenidad, la paz de este sitio que fue testigo de tan inenarrables dolores, paz que la sociedad de Argentina fue ganando con la realización de los juicios. Al comienzo había un sentimiento que era individual, de la víctima y de sus familiares, hasta que la sociedad argentina toda, con las excepciones que desgraciadamente siempre hay, tomó ese dolor individual y lo convirtió en consciencia colectiva”, recordó Díaz Gavier, quien además llevó adelante una docena de causas por delitos de lesa humanidad en Córdoba, La Rioja, Catamarca y Tucumán.
En el año 2008 se inició el primer juicio. Fue de los primeros del país y el primero en juzgar a un comandante de cuerpo, Luciano Benjamín Menéndez. Luego, en 2009 y 2010 se juzgó a Menéndez y se incorporó a la causa a Jorge Rafael Videla, ambos condenados a prisión perpetua. En 2012 comenzó en Córdoba un juicio histórico por su dimensión política y social: la megacausa de La Perla, durante la que se escucharon más de 600 testimonios de víctimas y familiares.
Durante el recorrido por el lugar, Díaz Gavier hizo especial hincapié en la importancia de estos testimonios: “El esfuerzo de las víctimas, de los familiares, y de aquellos que ya no están, hicieron posible estos juicios, sin esos testimonios, sin esa directa referencia a los episodios que se habían vivido, no hubiera sido posible reconstruir la memoria, y la memoria es la única manera posible de determinar la verdad, y solo sobre la verdad se hace posible la justicia”.
Coincidiendo con Díaz Gavier, Mareco también resaltó el valor de los testimonios recogidos: “Mucho de eso fue posible porque los sobrevivientes tuvieron que abrir de nuevo el cofre de ese tremendo dolor, volver a parirlos, sacarlos de sí mismo y ponerlos frente a la historia”.
Entre cada respuesta el silencio se apoderaba del lugar, hasta que una nueva pregunta invitaba una próxima reflexión. “Los juicios pusieron a las víctimas al amparo de la verdad», expresó Mareco, a lo que Díaz Gavier agregó: “Esta me parece una frase realmente hermosa, y yo me he permitido completarla, porque creo que los juicios pusieron al amparo de la verdad a toda la sociedad argentina, la que ya no puede desconocer los acontecimientos ni dudar sobre la realización de los juicios a lo largo de todo el país”.
Según datos recogidos en “La Perla”, el Terrorismo de Estado durante la última dictadura cívico-militar ejerció diferentes tipos de represión. “En el espacio público, anulando todo tipo de participación político-democrática, con el cierre del Congreso, la intervención del Poder Judicial, las prohibiciones a sindicatos y partidos políticos”. Mientras que, “en el terreno clandestino, el régimen implementó una política de exterminio, eje vertebral del genocidio”.
“La represión que estableció el Terrorismo de Estado durante la dictadura militar, y que incluso operó antes, a través de los grupos paramilitares o parapoliciales, tenía un propósito muy claro, que era la de imponer un modelo de país y un sistema económico que no admitía otras formas, que requería literalmente la eliminación física de quienes pudieran oponerse a ese proyecto”, dijo Díaz Gavier.
El recorrido lento y memorioso que unió en un abrazo compartido la recorrida por el ex centro de detención finalizó frente a la muestra fotográfica “Lo imposible sólo tarda un poco más”. Allí, una vez más, el silencio arrollador ganó la batalla. El juez que mandó tras las rejas a cientos de represores genocidas, se encontraba frente a sí mismo, observando las fotografías de aquella instancia que lo puso al frente de un momento histórico.
Sobre esas jornadas, durante las que se desarrollaron los juicios, Díaz Gavier rememoró: “Lo viví con una intensidad tan profunda que podría decir, realmente sin exagerar, sin ninguna soberbia ni ridícula vanidad, que fueron los momentos más intensos, más emotivos de mi vida, no solo de mi vida profesional sino de mi vida entera, de mi existencia como ser humano a quien el destino, de alguna manera, un día le puso al frente de un momento histórico que recogerá sus frutos cuando los argentinos tengamos que analizar quienes somos, qué nos pasó y por qué queremos ser otra cosa”.
Aquel jueves 25 de agosto de 2016, en el que Díaz Gavier leyó la sentencia condenatoria, quedará marcada a fuego en la memoria de los argentinos, de los que aún claman mayor justicia, y de los que ya no están pero agradecen poder descansar en paz sabiendo con orgullo que aquel día, los argentinos “fuimos capaces de mirar a los ojos a nuestros monstruos”.
Fuente: https://prensa.cba.gov.ar/informacion-general/el-dolor-individual-se-convirtio-en-conciencia-colectiva/